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El medio y la distribución de los recursos

El Próximo Oriente no era abundante en riquezas naturales, o mejor dicho, éstas se encontraban irregularmente distribuidas, lo que desde un principio había obligado a agudizar el ingenio de sus pobladores. Las maderas, piedras y metales sólo se hallaban en las zonas montañosas de Asiria, Anatolia, Siria, Líbano, Armenia y los Zagros, faltando totalmente en la gran llanura aluvial conformada por los dos grandes ríos Tigris y Eufrates. En Mesopotamia no eran raros, en cambio, los cañaverales, que suplían en su uso a la madera de los árboles, y que albergaban una variada fauna. También abundaban las palmeras datileras. Los principales cultivos eran los cereales, especialmente la cebada que se utilizaba para hacer harina, elaborar cerveza y como alimento del ganado, pero se cosechaban también, en jardines y huertas, legumbres y verduras diversas. El aceite extraído del sésamo, tenía una extraordinaria importancia ya que intervenía en múltiples ámbitos de la vida, desde la alimentación a las ceremonias del culto religioso, pasando por la iluminación, el cuidado corporal, la adivinación y la medicina. Las cosechas eran abundantes, pero las tierras se hallaban amenazadas por el peligro de la salinización, ocasionado por el riego intensivo y la falta de drenaje, así como por la ausencia de lluvias que limpiaran la superficie.

Después de la cebada, que sirvió en un tiempo como principal patrón de valores, y del aceite de sésamo, venía en importancia la lana producida por los abundantes rebaños de ovejas, de la que se desarrolló una floreciente industria textil. Pero sería faltar a la verdad no reconocer que antes que todos estos productos, la principal riqueza de Mesopotamia era la tierra misma, pues su excelente arcilla proporcionaba el principal recurso, y el más barato y abundante, con el que se fabricaban no sólo ladrillos para la construcción, vajillas y utensilios variados para todos los usos domésticos, como barricas, lámparas, hornos, etc, sino que se utilizaba también en forma de tablillas como soporte para la escritura, y se hacían incluso estatuas con ella. Tampoco el subsuelo era estéril ya que proporcionaba nafta y betún, empleado éste último a modo de cemento en los edificios y como impermeabilizador de cubiertas en la construcción de barcos para la navegación marítima o fluvial.

La pesca era abundante en las marismas del sur, próximas al Golfo Pérsico, y así mismo en los ríos y canales que irrigaban la llanura de Mesopotamia, constituyendo un complemento básico y muy asequible de la alimentación, ya que la carne se consumía poco, tratándose sobre todo de cordero. Los rebaños de ovejas, cabras, cerdos y bueyes eran apreciados, más por los productos que daban las reses, como lana, cuero, leche, etc.. que por el propio alimento de su carne. Asnos, caballos y camellos proporcionaban, junto a los bueyes de labor, la principal fuerza de tracción y transporte. El caballo fue utilizado sobre todo en la guerra, a partir del segundo milenio, para tirar de los carros y, más tarde, como montura de los jinetes. El camello, o más bien el dromedario, aunque conocido desde antes, tuvo una introducción tardía, desde la zona del golfo pérsico, a finales de la edad del Bronce. Entre los animales domésticos figuraba igualmente la gallina, traída de la India no sabemos muy bien cuando.

Como es preciso huir de las generalizaciones, diremos ahora que la Mesopotamia septentrional, el país que conocemos con el nombre histórico de Asiria, se diferenciaba esencialmente de la seca estepa y de la calurosa llanura aluvial del sur. La topografía, más abrupta allí que en Babilonia, como se llamó luego al "País de Sumer y Akkad", había influido desde un principio en la aparición de un menor número de asentamientos importantes. Tampoco la agricultura hidráulica se llegó a desarrollar en tierras asirias con la misma extensión que alcanzaría en el mediodía mesopotámico, ya que en las montañas del norte la construcción de canales requería grandes esfuerzos e inversiones. Es por eso que las lluvias tenían una especial importancia para la economía asiria y el dios Adad era considerado como señor del cielo, que enviaba la lluvia a la tierra. No obstante, los desbordamientos periódicos del Tigris ofrecían la oportunidad de construir una red de canales y aprovechar el agua de las crecidas para irrigar campos, huertos y jardines frutales. Las laderas de las montañas se irrigaban en grado suficiente con las aguas de los torrentes, arroyos y ríos.

Tierra de prados, valles y montes, el país asirio ofrecía a sus gentes una variada gama de recursos. Plátanos, tamariscos, moreras y encinas crecían en las faldas de las montañas, que albergaban también números rebaños de ovejas que proporcionaban una excelente lana. Los montes estaban cubiertos de bosques y la caza era abundante. Desde tiempos remotos los hombres habían encontrado aquí diversas clases de piedra y mineral metálico que les eran necesarios para el desarrollo de los oficios. En el territorio de Asiria, que se extendía por el curso medio del Tigris entre sus dos afluentes orientales, el Zab Superior e Inferior, la agricultura se desarrolló especialmente en el valle del Zab Superior, que en primavera llevaba mucha agua procedente del deshielo de las montanas. También había una agricultura floreciente en torno al valle del Tigris, pero las montañas que se alzaban próximas por el Este limitaban la superficie destinada a los cultivos. Las rutas comerciales discurrían al Sur por el Tigris hacia el país de Elam y el Golfo Pérsico, hacia el Este por los valles de los ríos hacia las montañas del Zagros y la planicie iraní -aquí los límites tenían mucho que ver con el control del fértil valle del Diyala-, al Norte los caminos penetraban, a través de los pasos de montaña, en la región de los tres grandes lagos —Sevan, Van y Urmia—, en las proximidades de Armenia y más allá en las regiones del Transcaucaso, mientras al Oeste el desierto imponía una especie de frontera climática, si bien el valle del Habur, afluente oriental del Eufrates, y el meandro occidental del gran río al noroeste permitían la penetración hacia los puertos mediterráneos del litoral sirio-fenicio y el Asia Anterior respectivamente.

En Siria y, en general en las regiones occidentales ribereñas del Mediterráneo, abundaban vides y olivos, no faltando árboles más grandes, siendo apreciados por su madera los bosques del Amano. La explotación de la riqueza maderera de los montes del Líbano constituyó uno de los pilares básicos de la economía cananeo-fenicia, al menos en aquellos lugares en que tal riqueza resultaba asequible. El otro correspondía al comercio que los principales puertos como Biblos y Ugarit realizaban en todas direcciones: Creta, Chipre, Siria del norte, Cilicia, Mesopotamia y Egipto recibían a través de ellos las riquezas del país y los productos de su artesanía. Las manufacturas se encontraban muy desarrolladas y existían industrias altamente especializadas como las de la talla de marfil, la de productos textiles y la de tinturas de púrpura.

En Anatolia los metales, como el cobre, el oro, el hierro y la plata, eran los recursos más importantes, después de la agricultura. También había obsidiana, basalto, mármol, alabastro. y jadeita. Tierra de metales, como Siria y Líbano lo fueron de bosques y maderas, su riqueza en ellos contribuyó a las tempranas relaciones mantenidas con las gentes de Mesopotamia. También en los extensos territorios de Irán, en general poco aptos para la agricultura, a excepción de la llanura meridional, podían encontrarse plata, oro, estaño, hierro, turquesa y basalto. El hierro que, aunque conocido desde antes, solo se introdujo a partir del siglo XIII, se encontraba así mismo en Armenia.

Como todos estos recursos no estaban distribuidos por igual, abundando en unos lugares y faltando en otros, el comercio constituyó desde muy pronto una actividad muy importante, ya que gracias a él se podía obtener aquello de que se carecía. Un papel similar desempeñaron las guerras y las incursiones de rapiña. En Mesopotamia, donde primero se formó una civilización urbana, todo aquello que no proporcionaba la llanura era adquirido mediante el comercio o la guerra: piedra, apreciadísima para las grandes construcciones y monumentos, madera necesaria para el desarrollo artesanal, así como los indispensables metales -cobre, estaño, plata, oro y más tarde el hierro-, así como diversos productos de carácter suntuoso: lapislázuli y otras piedras preciosas, marfil, vinos. etc. Para el tráfico de mercancías, los ríos eran utilizados tanto como era posible, sobre todo el Eufrates que es más regular y estable que el Tigris, si bien ambos están salpicados de bancos de arena, islotes y otros obstáculos, aunque en el norte, en territorio asirio, la navegación era impracticable a causa de la rápida corriente. Desde un principio estos ríos habían constituido los ejes que ponían en comunicación el Golfo Pérsico y las lejanas regiones de la India con el Mediterráneo. Y es que, pese a la importancia de algunas barreras ambientales, como los desiertos, Mesopotamia no constituía en modo alguno un mundo cerrado en sí mismo, más bien por el contrario, el hallazgo de los característicos sellos cilíndricos empleados por los comerciantes de la región en lugares lejanos como Chipre, Creta, Grecia meridional y la cuenca baja del Indo, demuestra la gran amplitud de sus actividades. El desierto era cruzado por las caravanas a la altura del recodo superior occidental del Eufrates, en plena Siria, donde Alepo y Palmira tenían una especial importancia, alcanzando desde allí la costa cananea -fenicia. Otras rutas caravaneras se introducían a través de Asiria en Anatolia y Armenia, o bien avanzaban siguiendo el curso del Zab y del Diyala hacia las regiones de los lagos Van y Urmia y en dirección a la altiplanicie iraní. La periferia -Anatolia, Siria, Irán o Armenia- que proporcionaban todas aquellas materias primas a las gentes de la llanura aluvial recibía, a cambio, productos manufacturados y algunos excedentes de alimentos, en una situación de clara desventaja que se plasmaba en un intercambio desigual. Por esta razón el comercio era muchas veces reemplazado por la guerra para adquirir aquello que en Mesopotamia se necesitaba. Por supuesto, y como vimos en el volumen anterior, las circunstancias cambiaron con el tiempo, originándose procesos políticos y militares en aquellas regiones periféricas que actuaron, en parte, como respuesta a la presión ejercida desde la llanura aluvial. Tal fue el auge hitita o iranio, en una dinámica en que la periferia se torna centro y el centro en periferia.

La geografía y el medio físico

Unidad y variedad, causada por la diversidad ecológica, puede constituir una definición adecuada para abordar una aproximación a la geografía del Próximo Oriente Antiguo. Variedad que viene dada por la misma diversidad del relieve, del clima, de la distribución de la red fluvial, pudiéndose distinguir diversas regiones con sus características propias, determinadas por los factores topográficos, climáticos, orográficos, hidrográficos. Esta variedad regional se manifiesta en la existencia de ámbitos geográficos diferenciados, como son: la península de Anatolia con su topografía compleja y la meseta central que la caracteriza, la gran cuenca fluvial integrada por la llanura de Mesopotamia que desciende hasta la costa del Golfo Pérsico, la altiplanicie de Irán, la franja litoral mediterránea frente a la cual emerge la isla de Chipre, y los desiertos de Arabia y de Lut.

A ello debemos sumar las llamadas zonas de transición que se localizan entre unos y otros, cadenas montañosas y zonas áridas y semiáridas, como son las montañas que se extienden entre el S.E de Anatolia y el N.O de Mesopotamia, los montes Tauro, las montañas de la región de Armenia (monte Ararat) en relativa vecindad con el Cáucaso y la región de los grandes lagos (Sevan, Urmia y Van), lugares donde nacen precisamente los dos grandes ríos, Tigris y Eufrates (si bien éste un tanto más hacia el oeste), que confieren su identidad topográfica a la amplia llanura de Mesopotamia. Descendiendo hacia el S.E se ubican los montes Zagros que se extienden sobre el Kurdistán, el Luristán y el Kuzistán, y separan Mesopotamia de la altiplanicie iraní. Más allá de ésta el desierto señala otra vez la separación entre Irán y las montañas de Afganistán y el valle del Indo. En el otro extremo, la estepa y el desierto de Siria marcan la transición entre la llanura aluvial mesopotámica y la franja costera mediterránea, que se extiende desde el golfo que se abre en la costa sur de Anatolia hasta la Península del Sinaí, en contacto con Egipto, cruzada de N. a S. en su parte central por los montes Líbano.

En un ambiente geográfico tan diverso, con una acentuada variedad de relieve y tipos de terreno, de precipitaciones y de clima, de vegetación y habitabilidad, la unidad viene dada por tratarse todo él de un área no muy grande, de unos 2.000 km2, y compacta, relativamente circunscrita por límites externos. Unos definidos y precisos, como el Mediterráneo al oeste y el Mar Negro al noroeste; otros algo más difusos pero profundos (zonas de transición), como el Cáucaso y las estepas centro-asiáticas al norte y el desierto arábigo al sur. Los últimos, en fin, más abiertos, al este, como las regiones que se extienden desde la altiplanicie irania y el Golfo Pérsico. Un factor interno confiere también unidad al Próximo Oriente. La gran cuenca fluvial formada por el Tigris y el Eufrates en su recorrido por la llanura de Mesopotamia sirve de enlace central a las restantes regiones que se disponen en su periferia, al facilitar las comunicaciones entre ambas por su accesibilidad topográfica, su relieve más uniforme y menos accidentado y, sobre todo, por la propia presencia de los dos grandes ríos, y sus afluentes principales, cuyos cauces y las zonas llanas que recorren se convirtieron desde muy pronto en importantísimas arterias que facilitaban el desplazamiento de gentes y objetos de unos lugares a otros.


Países, regiones y climas.
Esta misma diversidad se reproduce en muchas ocasiones en el interior de cada una de las zonas y regiones geográficas. Así, en Mesopotamia se pueden diferenciar una zona baja, que concluye en los pantanos del delta formado por la desembocadura del Tigris y el Eufrates a orillas del Golfo Pérsico, cuya línea de costa ha sido sensiblemente alterada desde la Antigüedad hasta nuestros días, de tal forma que lugares que eran puertos marítimos se encuentran hoy muchos kilómetros tierra adentro, de una zona alta que desde el curso medio de los dos grandes ríos se extiende hasta alcanzar las tierras semiáridas de Siria y la región montañosa en torno a los grandes lagos. Las diferencias topográficas (inclinación del nivel del suelo, trazado del recorrido del los ríos) y climáticas entre ambas son significativas. En Anatolia podemos igualmente distinguir entre la elevada meseta central recorrida por el curso del Halys (Kizilimark) , de la región de los pequeños lagos situada al sur, así como de la costa occidental menos accidentada y de las montañas del norte. En territorio de Irán la distinción se establece entre la altiplanicie septentrional y las llanuras meridionales.

La diversidad climática, que afecta directamente al régimen de precipitaciones, originando zonas fértiles y zonas áridas y semiáridas, viene establecida por la posición en la latitud, así como la altitud en relación al nivel del mar y la orografía. A tal respecto la comparación entre la fauna y floras antiguas y las modernas revelan que las variaciones climáticas, en las que se detecta sólo fluctuaciones de medio término en la cantidad de precipitación fluvial y en las temperaturas medias, han sido tan débiles desde hace seis mil años que pueden ser consideradas insignificantes. En el Próximo Oriente las variaciones del relieve comprenden contrastes entre una altura media de las montañas del Tauro, Zagros y Ponto de 3500/4.000 metros, con algunas elevaciones más altas (el Ararat supera los 5.000 en Armenia) y profundas depresiones de -395 metros a orillas del Mar Muerto, en Palestina meridional. Del clima suave mediterráneo con lluvias abundantes en invierno, aunque con una estación estival larga y seca que se extiende desde mayo a septiembre, se pasa al clima árido del desierto de Siria y Arabia, sin precipitaciones prácticamente, y al clima de alta montaña.

En la zona meridional de la gran llanura aluvial recorrida por el Tigris y el Eufrates, la baja Mesopotamia, las lluvias eran también escasas e irregulares (entre 5 y 12 mm anuales) y se producían en otoño e invierno. Durante la primavera, que se anunciaba en febrero, y al comienzo del tórrido verano, como consecuencia del deshielo producido en las cumbres de las montañas de Armenia donde tienen el Tigris y el Eufrates su nacimiento, suele producirse la crecida de los ríos, fenómeno de virulencia no fácilmente predecible, a diferencia de Egipto, e incrementado por la diferencia de altura entre el cauce de los ríos y las tierras próximas más bajas. Los meses estivales, rigurosamente secos, se prolongaban hasta bien entrado noviembre y eran extremadamente calurosos.

La planicie inferior del río Diyala, afluente oriental del Tigris, constituía una prolongación de la estepa semidesértica central de Mesopotamia con marcadas fluctuaciones anuales en la pluviosidad. En la alta Mesopotamia las condiciones eran distintas, con un relieve de planicie ondulada rodeada por los valles abruptos del Tigris y el Eufrates, y las laderas y valles de las montañas orientales irrigados con las aguas de los torrentes montañosos, arroyos y ríos que corrían, atravesando los Zagros, desde la altiplanicie iraní. El triángulo formado por el Habur en su intersección con el Eufrates y la región comprendida entre el Zab superior, el Tigris y los montes de Armenia al norte, constituían las zonas agrícolas por excelencia. El clima también era un tanto diferente; las lluvias caían en primavera y otoño, el invierno, aunque duraba poco, era riguroso y durante él una densa capa de nieve cubría las montañas del Kurdistán irguiéndose en la lejanía desde el norte y el este. La primavera comenzaba pronto y los prados se cubrían de flores y hierbas que desaparecían en verano, alcanzándose el máximo calor estival en los meses de julio y agosto. Mientras que en el sur la estación de la cosecha comenzaba a finales de abril, los trabajos de recolección se retrasaban en el norte hasta junio. La extensión del suelo cultivable también era distinta. En la baja Mesopotamia constituía una franja de unos 375 km de largo por 70 km de ancho, mientras que en la Mesopotamia alta, el norte del país, el terreno cultivable apenas alcanzaba la mitad.

Mesopotamia.
El Tigris y el Eufrates confieren su identidad al país mesopotámico. Más caudalosos y rápido el primero que el segundo, ambos comparten el tener pocos afluentes. El Eufrates, con un recorrido aproximado de 2.800 km, solo recibe por el este al Balikh y al Habur, y ambos en el tramo alto de su curso. El Tigris recorre cerca de 1.900 km y recibe en su vertiente oriental al Diyala, que lo alcanza en el tramo medio de su cauce, al Adhem, y al pequeño y gran Zab mucho más al norte. Los actuales afluentes del Tigris, el Kerkha y el Karun, que lo alcanzan en su tramo inferior también desde el este, desembocaban probablemente en la Antigüedad de forma directa en el Golfo Pérsico. Ello tiene una explicación; aunque actualmente el Tigris y el Eufrates tienen una sola desembocadura común en aquellas aguas (Chat-el-Arab), en tiempos mucho más antiguos esto no era así, penetrando la línea de costa más hacia el interior. Siglos de sedimentación y/o un posible cambio del nivel de las aguas producido por un elevamiento tectónico del terreno han ampliado considerablemente la zona de la desembocadura alejando el litoral y permitiendo la confluencia de los dos grandes ríos. En la alta Mesopotamia el Tigris y el Eufrates poseen cada uno su valle bien definido, abriéndose camino a través de una llanura de rocas duras (calcáreas y esquistos) y rodeados de acantilados por lo que su curso apenas se ha modificado desde la Antigüedad. Pero en el sur los dos valles se confunden formando una llanura aluvial amplia y llana, y de pendiente tan débil que los ríos trazan numerosos meandros y se expanden en muchos brazos. Así, cambian lentamente su lecho por sedimentación, lo que explica porqué las ciudades antiguas, que estaban situadas junto al Eufrates, no sean ahora más que montones de ruinas en un desierto de aluviones desecados, muy lejos de los actuales cursos de agua.

El Tigris y el Eufrates tuvieron una enorme importancia para la población de Mesopotamia. Como el país formaba una cuenca alargada que se abría en su zona inferior, en gran medida insalubre y pantanosa, hacia el Golfo Pérsico, rodeada de montañas, desiertos y estepas, los dos ríos y sus afluentes constituyeron muy pronto las principales vías de comunicación con las regiones septentrionales y orientales. El Eufrates en algunos lugares de su curso alto apenas dista unos 150 km de la costa mediterránea, para girar luego hacia el sureste y fluir más próximo al Tigris, del que en el centro de Mesopotamia apenas dista 40 km, para volver a separarse de este en la llanura meridional. Además su caudal permitió, una vez que la población de Mesopotamia accedió a la tecnología necesaria y la organización socio-política centralizada, un aprovechamiento intensivo del potencial agrícola del territorio, utilizando sus aguas para irrigar grandes extensiones de tierra que de otro modo habría permanecido improductiva. En sus comienzos la civilización urbana mesopotámica se desarrolló, sobre todo, en torno al Eufrates, pues el Tigris se encontraba en su curso más bajo demasiado sumergido en la llanura aluvial para permitir la irrigación con canales y se hallaba así mismo rodeado de grandes zonas pantanosas, de condiciones insalubres, y difíciles de habitar.

Anatolia
En Anatolia, Armenia y la región de los grande lagos, zonas periféricas a la gran cuenca fluvial mesopotámica, las características del medio son bastante distintas. Anatolia es una península, básicamente una penillanura rodeada por el mar y las montañas que se funden en su límite oriental con el macizo de Armenia, semiárida y con estepas onduladas y cuencas fértiles con algunos lagos que hoy son depósitos de agua salobre. Su principal curso fluvial es el Halys (Kizilirmak) que la recorre en su mitad septentrional de norte a suroeste. Más hacia el sureste, la llanura de Konia, situada entre los montes Tauro y el lago salado (Tuz Gölü), es una de las zonas más fértiles del país. La costa norte es abrupta, montañosa y boscosa, mientras que la meridional es más suave y posee llanuras aluviales, como la de Cilicia, favorables a la explotación agrícola. La costa occidental resulta accidentada y topográficamente compleja con predominio de las zonas acantiladas; desde ella una serie de valles penetran hacia la meseta interior. Las variaciones climáticas comprenden desde los tipos mediterráneos, propios de las costas del sur y el oeste, hasta el clima semi-arido de estepa, pasando por los veranos cálidos y lluviosos y los inviernos rigurosos de la altiplanicie nororiental.

Irán.
Irán es por su parte una meseta irregular casi cerrada en su totalidad por cadenas montañosas, en la que se pueden distinguir: la llanura suroccidental (Kuzistán), que es una prolongación de la de Mesopotamia, con características de estepa desértica y atravesada por los ríos Karun y Karkeh; la región montañosa y árida de Fars, colindando con las márgenes orientales del Golfo Pérsico, y la altiplanicie que se extiende desde el sur hacia el Mar Caspio. Al pie del mismo y en dirección O-E se extienden los montes Elburz, la llanura litoral de Gurgán y la región meseteño-montañosa de Khorasán. La altiplanicie iraní comprende a su vez la cuenca pérsica, enclavada en el sector occidental y de mayor altitud, constituida por desiertos (Kevir, Lut) y estepas, y la cuenca del Sistán, región de praderas atravesada por el río Hil-mand y sus afluentes. El predominio del componente desértico en Irán se debe a su posición dentro de la sombra pluvial de los montes Zagros, con vientos secos del norte y lluvias escasas.

Siria y Palestina.
La región de Siria-Palestina acusa la misma diversidad interna que el resto de los países del Próximo Oriente. La zona costera, de clima en general mediterráneo, abarca las laderas occidentales de las montañas que discurren paralelas al litoral, pero algunas zonas cálidas y húmedas de la llanura próxima al mar se hallan cubiertas de dunas y pantanos y no ofrecen condiciones de habitabilidad. Detrás de las montañas, que son de mediana altura, se abre la zona semiárida hasta alcanzar por el norte la llanura de Mesopotamia. Dentro de ella, la depresión del Mar Muerto y el valle del Jordán se distinguen por presentar características micro climáticas propias, que en el oasis de Jericó y en los bancos del río Jordán se plasman en un ambiente subtropical. Al sur de esta región semiárida se extienden los desiertos sirio-arábigos del Neguev y del Sinaí.

Comunicaciones.
En Mesopotamia los ríos eran utilizados para el tráfico de mercancías, tanto como era posible, sobre todo el Eufrates que resulta más navegable, aunque en el norte la navegación era impracticable a causa de la rápida corriente. Desde un principio los dos grandes ríos habían constituido los ejes que comunicaban el Golfo Pérsico y las lejanas regiones de la India con el Mediterráneo. El desierto era cruzado por las caravanas a la altura del recodo superior occidental del Eufrates, en plena Siria, donde sitios como Alepo y Palmira tenían una especial importancia dado su carácter de oasis, alcanzando desde allí la costa mediterránea. Otras rutas caravaneras se introducían a través de Asiria en Anatolia y Armenia, o bien avanzaban siguiendo el curso del Zab y del Diyala hacia las regiones de los lagos Van y Urmia y en dirección a la altiplanicie iraní.

Las rutas estaban en gran medida marcadas por los accidentes geográficos y por la disponibilidad de agua, en forma de oasis en el desierto. Discurrían por el Tigris hacia Elam y el Golfo Pérsico, hacia el Este, siguiendo el cauce de los ríos hacia las montañas del Zagros y la planicie iraní. En el Norte los caminos penetraban, a través de los pasos de montaña, en la región de los tres grandes lagos —Sevan, Van y Urmia—, en las proximidades de Armenia y más allá en las regiones del Transcáucaso, mientras al Oeste el desierto imponía una especie de frontera climática, si bien el valle del Habur, afluente oriental del Eufrates, y el meandro occidental del gran río al noroeste permitían la penetración hacia los puertos mediterráneos del litoral sirio-fenicio y el Asia Anterior.