Guerra y ejércitos entre los grandes imperios

La constatación de que más allá de los confines del mundo existe otra realidad política y militar equiparable en fuerzas y medios, junto con la difusión de un nuevo tipo de armamento táctico, el carro tirado por caballos, introdujo una nueva noción de guerra y de frontera. La concepción monocéntrica anterior fue sustituida a partir del siglo XV por nuevas concepciones policéntricas. La guerra ya no se presentaba como un actividad contínua, un estado perenne contra los rebeldes que deben ser sometidos, sino que ahora alternaba con otros procedimientos de índole diplomática, porque la frontera separa varios mundos políticos, Egipto, Mittanni, Asiria, Hatti, Babilonia.

Se hace preciso, por ello, delimitar cada uno, establecer sus fronteras, para lo que se utilizará tanto la guerra como la diplomacia. La guerra es además, en tal contexto, un asunto entre iguales, en el que un gran rey lucha contra otro gran rey, y como tal está sometida a reglas estrictas. Estas incluyen una declaración formal de las hostilidades, la presentación de batalla en campo abierto, la renuncia a todas las artimañas (emboscadas, ataques sorpresa, razzias) que son propias de un tipo muy diferente de guerra -tanto que apenas si se considera como tal- aquella que practican las tribus, así como la negociación de la paz. La concepción de que la guerra sólo puede terminar con la destrucción o el sometimiento del enemigo ha quedado superada. A menudo las guerras, aunque se prolongen durante años y aún generaciones, dan lugar a tratados y armisticios, como el que supuso la paz entre egipcios y hurritas, o entre egipcios e hititas.

Si a todo ello añadimos la especialización que introdujo la presencia de una aristocracia militar -maryannu-, verdadero cuerpo de elite que combatía sobre carros tirados por caballos de acuerdo con un ideal "caballeresco" en el que primaban nociones como el valor y el honor, podemos decir entonces que la guerra se ha convertido en un hecho de clase que condiciona en gran medida la estructura económica y social de los estados palatinos en aquella época. En esta guerra entre iguales, que enfrenta a reyes que se tratan de "hermanos" en sus relaciones diplomáticas y a aristócratas de ambas partes que comparten un mismo ideal de vida y unos similares signos de prestigio, el rey debe pelear ante todo para mostrar su valor. El rey valiente, enérgico, capaz, decidido, llevará a sus tropas a la victoria, el rey cobarde o incapaz no tiene cabida en una guerra de este tipo.

El nuevo armamento táctico exigía una especialización que tuvo consecuencias sociales y económicas de gran alcance. La utilización del caballo introdujo una dimensión aristocrática de la que la guerra había carecido hasta entonces. El coste de mantener y ejercitar los caballos se convirtió en un privilegio elitista fuera del alcance de la mayor parte de la población, mientras que los carros eran suministrados -en piezas- a los palacios por las comunidades, convirtiéndose de esta forma en una obligación fiscal -ishkaru - que venía a añadirse a las existentes. La identificación mutua entre el rey y la nueva categoría de combatientes, que compartían los mismos valores "heroicos", actuó en detrimento de la anterior preocupación de los monarcas por los menos favorecidos, en un momento en que la elite palatina comenzaba a disfrutar de privilegios y exenciones que la convertían, de hecho, en una clase de grandes propietarios.

El carro ligero de dos ruedas estaba concebido para portar un auriga y un combatiente, armado comunmente con arco y jabalina, y su difusión fue en gran parte facilitada por la utilización del caballo. Partiendo de los modelos originales con ruedas de cuatro o seis radios y tirados por dos caballos, se fue produciendo una evolución hacia carros menos ligeros pero más resistentes, con ruedas provistas de llantas de ocho radios y una caja más sólida que se desplazará progresivamente hacia la parte delantera del eje y que acoge un tercer pasajero, un escudero, que acompaña a los otros dos. De dos se pasará a tres y cuatro caballos en el tiro. El aumento de peso de los carros, a medida que se iban haciendo más macizos, acrecentó su capacidad de choque en perjuicio de la velocidad. En este sentido reemplazaban a la caballería moderna, ya que el desconocimiento del estribo impedía a las tropas montadas realizar cargas a toda velocidad contra los carros, la caballería enemiga e incluso la infantería pesada. Aún así existían variaciones. En Kadesh los ocupantes de los carros hititas que se enfrentaron a Ramses II no eran arqueros. Aún en el siglo XIII los hititas seguían utilizando carros ligeros.

La introducción de los carros como arma táctica alteró la forma de combatir, reemplazando las batallas en campo abierto de sencillas maniobras que se limitaban a hacer intervenir las alas, por expediciones veloces que en gran medida acabaron por trasladar la lucha a las murallas. La presencia del ariete, que se generalizó también durante el mismo periodo, habría de contribuir eficazmente en tal sentido. Los carros podían ser utilizados igualmente para reforzar, con su vigilancia, las operaciones de asedio y asalto e, incluso, para proceder a cercar una fortaleza. También una salida de carros podía desbaratar el cerco enemigo. Al mismo tiempo la generalización de los carros tirados por caballos como armamento táctico provocó un cambio de las condiciones logísticas, pues era imprescindible asegurar, por una parte, el aprovisionamiento de grano y forraje, pero, por otra, una vez en campaña disminuía mucho la posibilidad de transportalos junto con las tropas, lo que afectó también al calendario militar, ya que retrasando el inicio de las operaciones se garantizaba que las llanuras se hallaran en condiciones de alimentar a los animales y que el terreno estuviera lo suficientemente seco como para permitir el desplazamiento de los vehículos (Harmand: 1985, 155 y 180).