La cerámica y otros progresos técnicos

El descubrimiento de la cerámica, de gran importancia en una economía que cada vez se basaba más en la producción doméstica de los recursos, al favorecer muy eficazmente el transporte y la conservación de los alimentos, constituyó una nueva e importante conquista del progreso técnico, y en este sentido no fue tampoco un invento"singular" atribuíble a la genialidad de algunas gentes neolíticas, sino por el contrario el resultado final de toda una serie de experimentos e innovaciones inducidas por las condiciones imperantes.

En este sentido lo que diferencia realmente a un agricultor sedentario de un cazador-recolector nómada es que el primero, a diferencia del segundo que obtiene su comida en el momento que la necesita, hace frente a sus necesidades de subsistencia conservando los alimentos, que ha recogido estacionálmente, durante largos periodos de tiempo. Ha de conservarlos, por tanto, en unas condiciones adecuadas. Silos, cestos y recipientes cerámicos contribuirán eficázmente a tal propósito.

La búsqueda de técnicas de preservación de éstos frente a las agresiones medioambientales (roedores, insectos, etc) cobrará por tanto una creciente importancia. Así, un tipo de vajilla no cocida se utilizó antes que la cerámica durante el Neolítico precerámico B en Palestina. Se trataba de vasijas hechas de un mortero elaborado con cal y cenizas de hierbas salobres que endurecía como un cemento y con el que se podían fabricar grandes cuencos de gruesas paredes. Cuencos de piedra finamente trabajados fueron utilizados en algunas aldeas del pidemonte de los Zagros, como Jarmo, y la arcilla modelada, pero no cocida, para la fabricación de objetos funcionales y figurativos precedió a la aparición de la cerámica, como sucedió por ejemplo en Cayönü. Las cerámicas más antiguas se documentan en los asentamientos iranios (Ganj Dareh) tratándose de una vajilla tosca, poco cocida y con degrasantes vegetales.

La generalización del uso de cerámicas bien cocidas se produjo tempranamente en las aldeas de los Zagros. Hacia el 6000, si no un poco antes, era de uso común en lugares como Jarmo o Tepe Gurán. Pronto los ejemplares más antiguos, toscos y monocromos, fueron acompañados por recipientes pintados que denotan mayor destreza (Redman: 1990, 243). Así mismo se fueron mejorando los procedimientos que permitían depurar la arcilla y reducir la cantidad de elementos extraños, como piedras, restos vegetales o conchas, que se encontraban en la pasta tras su extracción. La limpieza se podía hacer a mano, pero también mediante el filtrado con agua. Durante el amasado se le añadían desgrasantes que conferían a la pasta una mayor resistencia y una menor contracción durante el secado. Después del modelado se cocía en hornos rudimentarios que podían ofrecer un ambiente oxidante, dando como resultado una cerámica de color rojizo, o reductor, en el que la cerámica es gris.

La variedad tipológica también se fue ampliando realizándose diversos tipos de recipientes que, en general, atendían a los criterios de almacenamiento/transporte, distribución y consumo, y surgieron nuevas formas a partir de vasijas más antiguas que se habían hecho de madera, piedras bandas o calabazas, como ollas, jarros, cuencos y tazas. Por último, cabe resaltar que la arcilla también fue empleada para la manufacturación de otro tipo de objetos, no relacionados directamente con la subsistencia, como algunas figuras de diosas neolíticas de la fecundidad que se han encontrado en Çatal Hüyük (Anatolia) Munhata (Valle del Jordán) e Israel.

Finalmente algunas cerámicas habrían de convertirse en productos de gran calidad tanto en lo que respecta a su manufactura como a su decoración, perdiendo su inicial carácter funcional para convertirse en objeto de ostentación de las primeras elites, por lo que constituyen, junto con otras expresiones de la incipiente desigualdad, un buen indicio de los procesos de diferenciación social que llevaron a su encumbramiento. Por lo general se considera que en aquel primer estadio la producción de cerámica era una actividad típicamente femenina, junto con la cestería y otras habilidades similares, claro ejemplo de la forma más primitiva de especialización que concierne a la división del trabajo por sexos, al menos hasta la aparición de una alfarería de más calidad y por tanto más especializada que se atribuye a los varones.

Sin ninguna duda el paso a una forma de vida sedentaria y estable favoreció notablemente la adopción de tipos de viviendas cada vez más solidas, dado su carácter permanente. En este línea un paso de gran importancia se dió con la fabricación de adobes secados al sol. El nuevo material permitía, además, la construcción de estructuras más complejas que con el tiempo se fueron imponiendo sobre las primitivas chozas y otros abrigos al aire libre. Surge así la casa como vivienda, un espacio claramente diferenciado y no solo destinado a uso residencial. El arte de tejer las fibras vegetales también se desarrolló extraordinariamente dando lugar a la fabricación de cestos, utilizados como recipientes para el transporte y el almacenamiento de bienes y enseres, y a la producción doméstica del vestuario mediante telares.

La industria lítica también progresó notablemente, como se observa en Jarmo y otros lugares, y aunque originariamente su base estaba constituida por piedras de filo esculpido, cada vez fueron adquiriendo mayor importancia las pulimentadas, que luego dieron origen a los utensilios, más duros y resistentes, usados para toda una serie de actividades ajenas también a la obtención de alimentos, como eran el trabajo de la madera, del hueso y las pieles, actividades que se desarrollaban también en la esfera doméstica y de acuerdo a criterios de una sencilla especialización a tiempo parcial dentro de la familia según el lugar ocupado por cada uno en virtud de su edad y su sexo, lo que por otra parte no constituía un impedimento serio para el desarrollo de las habilidades individuales.

El desarrollo de esta nueva tecnología, el pulimentado de la piedra, implicaba en ocasiones un cambio en la elección de las materias primas, ya que para la confección de las hachas y azuelas con las que se realizaba el trabajo agrícola se requerían un tipo de rocas que tenga gran resistencia a la fractura, presión, erosión, abrasión y pulimento. Resultan muy adecuadas las metamórficas, como las dioritas, aunque algunas sedimentarias también pueden presentar tales características, caso del silex, muy dura y compacta, que fue ámpliamente utilizado. Ello implicaba el desarrollo de trabajos mineros para su extracción y el comercio para acceder a su abastecimiento.

Finalmente, como parte del mismo proceso, se llegó a el trabajo de metales maleables, como el cobre, que ofrecía grandes ventajas porque era moldeable, duradero y se le podía sacar filo, en estado nativo, con el que se fabricaron, fundamentalmente y en un principio, adornos, requeridos por la mayor complejidad que estaba alcanzando, en la esfera de las relaciones interpersonales, los signos externos de estatus y jerarquía, aunque también se utilizo pra hacer puntas de flechas.