La explotación de los recursos permitió en el Próximo Oriente la aparición de formas sociales y culturales muy complejas y especializadas, si bien tendremos ocasión de comprobar como esto no benefició por igual a todos los sectores y grupos de la población. Desde la perspectiva del entorno, esta explotación, intensiva y aún forzada en muchos casos, tuvo a la larga una serie de consecuencias negativas que, junto con otros factores de orden social, económico y político, ocasionaron finalmente la desaparición de muchas de las, hasta entonces, prósperas ciudades. Los efectos de la deforestación, ocasionada por la destrucción masiva de los bosques, y la salinización, a causa del riego intensivo, acabaron convirtiendo muchas de las antiguas tierras fértiles en desiertos, los mismo que hoy contemplamos cuando se recorre la región. En las zonas más húmedas, allí donde las ciénagas y los pantanos se enseñoreaban del lugar, la paludización afectaba muy negativamente la vida una población cada vez más escasa.
Deforestación.
Las gentes de la llanura de Mesopotamia, donde no crecían árboles, buscaron la madera del "País de los Cedros" (Líbano) desde épocas muy tempranas. Aunque la madera se conseguía también en los bosques de las montañas de Asiria, así como en los Zagros y en el Tauro, la calidad de la madera occidental parece haber sido siempre preferida, lo que explica el continuo uso que se hizo de ella. En el Poema de Gilgamesh encontramos un testimonio del temprano interés por lo recursos forestales de las regiones occidentales próximas al "Mar Superior" (Mediterráneo) en el viaje del héroe y su compañero Enkidu al Bosque de los Cedros y su lucha con Huwawa, su temible guardián, al que finalmente logran matar para abatir los árboles. Tal actitud se mantendrá a lo largo de los siglos venideros y su repercusión ecológica se tradujo en una progresiva deforestación que alcanzó niveles muy altos con las necesidades de construcción naval generada, a comienzos del primer milenio, por la expansión fenicia por el Mediterráneo. Ya antes se había abusado de estos recursos, y la desaparición de los bosques de Biblos, mas o menos por las mismas fechas, es síntoma claro de la virulencia del proceso como también causa, en parte, de su propia decadencia. Otros factores importantes de deforestación fueron el uso de la madera en industrias como la de la obtención de la púrpura, la fabricación de vidrio, los procesos metalúrgicos y la propia manufactura de cerámica (Brown: 1969, 215). Los rebaños mixtos de cabras y ovejas, tan extendidos por todo el Próximo Oriente, actuaron aquí como otra importante causa de deforestación, al actuar de manera combinada y complementaria en el proceso de destrucción de la cubierta vegetal agudizado, seguramente, por un sobrepastoreo impuesto por las barreras geográficas y las fronteras políticas. Así, las ovejas actúan especialmente sobre plantas de escasa altura, pastos y raíces, impidiendo con ello una rápida regeneración y provocando un inmediato deterioro del suelo. Las cabras por su parte, al alimentarse de arbustos y del follaje de los arboles, complementan el efecto devastador de las ovejas, por lo que conjuntamente pueden acabar, en no mucho tiempo, con la cubierta vegetal del territorio que frecuentan y dejarlo indefenso ante la erosión. Desprovistos de buena parte de su cubierta vegetal, los suelos quedan entonces muy expuestos a los peligros resultantes de la acción conjunta de los agentes erosivos, especialmente las lluvias que arrastran sin dificultad las capas superficiales de las tierras altas en las que la reaparición de los bosques será una obra ya casi imposible para la naturaleza.
La misma disminución de la masa forestal irá acentuando paulatinamente la sequedad del clima. La disminución de las precipitaciones, imperceptible en plazos cortos de tiempo, pero significativa a la larga, sobre todo en un entorno semiárido como éste en el que pequeñas fluctuaciones pueden ocasionar graves repercusiones a la agricultura dependiente de la lluvia, se vio acompañada de otros efectos negativos, ocasionados por la ausencia de cubierta vegetal que, al no permitir fijar al terreno el agua, favorecía la aparición de torrenteras y riadas, con los consecuentes daños para la vida agrícola, y su pernicioso efecto al contribuir, arrastrando las tierras, a la erosión e inestabilidad del suelo. Por lo demás, la deforestación terminará por auyentar la fauna silvestre que podría competir con el ganado actuando como un elemento de regulación, y forzando el retroceso del equilibrio de sucesión y energía de todo el sistema ecológico. Por supuesto cabían alternativas. Así era posible defenderse contra la disminución de la media de pluviosidad anual y el incremento de la sequedad del clima mediante la perforación de pozos, pero a la larga ello podía repercutir también negativamente sobre la capa freática. Y no había manera de regenerar los bosques destruidos en las montañas.
Salinización.
La salinización, un efecto indeseable de la agricultura irrigada, afectó especialmente a la llanura de Mesopotamia. El agua que irrigaba los campos se evaporaba sin que existiera suficiente drenaje y, con el paso del tiempo, dada la escasez de lluvia y de humedad, la concentración de sales se fue haciendo más elevada volviendo muchas tierras improductivas. La sal no se acumula en el suelo si éste se halla bien drenado, pero en Mesopotamia el drenaje de los suelos agrícolas era particularmente difícil, debido en parte a una causa natural y en parte a un problema técnico. En algunos lugares el curso de los ríos discurría a mayor altura que las tierras circundantes, pero en otras ocasiones eran los terraplenes formados por el lodo, que había que remover de los canales para que no se atascasen, los que actuaban de esta forma como una barrera al drenaje elevando incluso la altura del cauce. Las soluciones a la salinización eran dos: la colonización y puesta en cultivo de tierras vírgenes y la utilización de especies, como la palmera datilera, resistentes a los suelos con elevadas concentraciones de sal. Ambas fueron utilizadas desde muy pronto para paliar el problema, pero la disposición de nuevas tierras que trabajar no era, desde luego, ilimitada. Los rendimientos decrecientes, que se atestiguan en documentos sobre la explotación de las tierras estatales en la época de Ur III en contraste con los rendimientos ciertamente superiores conocidos en periodos anteriores, hacen pensar en una incidencia importante de la salinización hacia finales del 3er milenio. En los siglos venideros la incidencia será particularmente grave en las zonas mas meridionales, aquellas que habían sido sometidas a una explotación intensiva desde tiempos más antiguos. En contraste con una visión excesivamente mecanicista, como es la que atribuye la "desaparición" de las civilizaciones próximo-orientales a la destrucción irreversible del medio provocado por sus habitantes (Hughes: 1981, 61 ss), fenómenos como la deforestación y la salinización, con su incidencia negativa sobre la vida de aquellas poblaciones, crearon condiciones prácticas que retroalimentaron los problemas, sociales, económicos y políticos.
Paludización.
Se trataba de un fenómeno que afectaba sobre todo a las zonas pantanosas, como el extremo sur de la llanura aluvial Mesopotámica, el denominado "País del Mar" desde mediados del periodo paleobabilónico. El calor y la humedad volvían insalubres las condiciones de vida en el amplio delta de los dos grandes ríos. Aunque en apariencia debido a causas naturales, la paludización progresiva de algunas zonas fue también consecuencia de la acción de los hombres sobre el medio. Tierras que antaño habían sido fértiles se abandonaban debido a su alto grado de salinización y se descuidaba toda la regulación hídrica que antaño había permitido su riego. Sin el mantenimiento y la limpieza debidos los canales se atascaban y desbordaban en las crecidas inundando las tierras baldías sobre las que se iba paulatinamente acumulando el lodo. De esta manera se iba elevando su nivel hasta alcanzar en algunos puntos el cauce del rio, lo que daba lugar a la formación de ciénagas. En otras ocasiones en las que el cauce del rio discurría a muy baja altura, lo que podía llegar a provocar incluso la modificación más o menos brusca de su curso, el abandono de las tierras baldías significaba la despreocupación por los efectos de la inundación. Los lagos y marismas llegaron a alcanzar la región de Nippur a comienzos de la época islámica. En tales condiciones la agricultura retrocedía y el principal sustento era proporcionado por la pesca. Las densidades de población eran muy bajas y las condiciones de calor y humedad sofocantes favorecían la proliferación de enfermedades.
Deforestación.
Las gentes de la llanura de Mesopotamia, donde no crecían árboles, buscaron la madera del "País de los Cedros" (Líbano) desde épocas muy tempranas. Aunque la madera se conseguía también en los bosques de las montañas de Asiria, así como en los Zagros y en el Tauro, la calidad de la madera occidental parece haber sido siempre preferida, lo que explica el continuo uso que se hizo de ella. En el Poema de Gilgamesh encontramos un testimonio del temprano interés por lo recursos forestales de las regiones occidentales próximas al "Mar Superior" (Mediterráneo) en el viaje del héroe y su compañero Enkidu al Bosque de los Cedros y su lucha con Huwawa, su temible guardián, al que finalmente logran matar para abatir los árboles. Tal actitud se mantendrá a lo largo de los siglos venideros y su repercusión ecológica se tradujo en una progresiva deforestación que alcanzó niveles muy altos con las necesidades de construcción naval generada, a comienzos del primer milenio, por la expansión fenicia por el Mediterráneo. Ya antes se había abusado de estos recursos, y la desaparición de los bosques de Biblos, mas o menos por las mismas fechas, es síntoma claro de la virulencia del proceso como también causa, en parte, de su propia decadencia. Otros factores importantes de deforestación fueron el uso de la madera en industrias como la de la obtención de la púrpura, la fabricación de vidrio, los procesos metalúrgicos y la propia manufactura de cerámica (Brown: 1969, 215). Los rebaños mixtos de cabras y ovejas, tan extendidos por todo el Próximo Oriente, actuaron aquí como otra importante causa de deforestación, al actuar de manera combinada y complementaria en el proceso de destrucción de la cubierta vegetal agudizado, seguramente, por un sobrepastoreo impuesto por las barreras geográficas y las fronteras políticas. Así, las ovejas actúan especialmente sobre plantas de escasa altura, pastos y raíces, impidiendo con ello una rápida regeneración y provocando un inmediato deterioro del suelo. Las cabras por su parte, al alimentarse de arbustos y del follaje de los arboles, complementan el efecto devastador de las ovejas, por lo que conjuntamente pueden acabar, en no mucho tiempo, con la cubierta vegetal del territorio que frecuentan y dejarlo indefenso ante la erosión. Desprovistos de buena parte de su cubierta vegetal, los suelos quedan entonces muy expuestos a los peligros resultantes de la acción conjunta de los agentes erosivos, especialmente las lluvias que arrastran sin dificultad las capas superficiales de las tierras altas en las que la reaparición de los bosques será una obra ya casi imposible para la naturaleza.
La misma disminución de la masa forestal irá acentuando paulatinamente la sequedad del clima. La disminución de las precipitaciones, imperceptible en plazos cortos de tiempo, pero significativa a la larga, sobre todo en un entorno semiárido como éste en el que pequeñas fluctuaciones pueden ocasionar graves repercusiones a la agricultura dependiente de la lluvia, se vio acompañada de otros efectos negativos, ocasionados por la ausencia de cubierta vegetal que, al no permitir fijar al terreno el agua, favorecía la aparición de torrenteras y riadas, con los consecuentes daños para la vida agrícola, y su pernicioso efecto al contribuir, arrastrando las tierras, a la erosión e inestabilidad del suelo. Por lo demás, la deforestación terminará por auyentar la fauna silvestre que podría competir con el ganado actuando como un elemento de regulación, y forzando el retroceso del equilibrio de sucesión y energía de todo el sistema ecológico. Por supuesto cabían alternativas. Así era posible defenderse contra la disminución de la media de pluviosidad anual y el incremento de la sequedad del clima mediante la perforación de pozos, pero a la larga ello podía repercutir también negativamente sobre la capa freática. Y no había manera de regenerar los bosques destruidos en las montañas.
Salinización.
La salinización, un efecto indeseable de la agricultura irrigada, afectó especialmente a la llanura de Mesopotamia. El agua que irrigaba los campos se evaporaba sin que existiera suficiente drenaje y, con el paso del tiempo, dada la escasez de lluvia y de humedad, la concentración de sales se fue haciendo más elevada volviendo muchas tierras improductivas. La sal no se acumula en el suelo si éste se halla bien drenado, pero en Mesopotamia el drenaje de los suelos agrícolas era particularmente difícil, debido en parte a una causa natural y en parte a un problema técnico. En algunos lugares el curso de los ríos discurría a mayor altura que las tierras circundantes, pero en otras ocasiones eran los terraplenes formados por el lodo, que había que remover de los canales para que no se atascasen, los que actuaban de esta forma como una barrera al drenaje elevando incluso la altura del cauce. Las soluciones a la salinización eran dos: la colonización y puesta en cultivo de tierras vírgenes y la utilización de especies, como la palmera datilera, resistentes a los suelos con elevadas concentraciones de sal. Ambas fueron utilizadas desde muy pronto para paliar el problema, pero la disposición de nuevas tierras que trabajar no era, desde luego, ilimitada. Los rendimientos decrecientes, que se atestiguan en documentos sobre la explotación de las tierras estatales en la época de Ur III en contraste con los rendimientos ciertamente superiores conocidos en periodos anteriores, hacen pensar en una incidencia importante de la salinización hacia finales del 3er milenio. En los siglos venideros la incidencia será particularmente grave en las zonas mas meridionales, aquellas que habían sido sometidas a una explotación intensiva desde tiempos más antiguos. En contraste con una visión excesivamente mecanicista, como es la que atribuye la "desaparición" de las civilizaciones próximo-orientales a la destrucción irreversible del medio provocado por sus habitantes (Hughes: 1981, 61 ss), fenómenos como la deforestación y la salinización, con su incidencia negativa sobre la vida de aquellas poblaciones, crearon condiciones prácticas que retroalimentaron los problemas, sociales, económicos y políticos.
Paludización.
Se trataba de un fenómeno que afectaba sobre todo a las zonas pantanosas, como el extremo sur de la llanura aluvial Mesopotámica, el denominado "País del Mar" desde mediados del periodo paleobabilónico. El calor y la humedad volvían insalubres las condiciones de vida en el amplio delta de los dos grandes ríos. Aunque en apariencia debido a causas naturales, la paludización progresiva de algunas zonas fue también consecuencia de la acción de los hombres sobre el medio. Tierras que antaño habían sido fértiles se abandonaban debido a su alto grado de salinización y se descuidaba toda la regulación hídrica que antaño había permitido su riego. Sin el mantenimiento y la limpieza debidos los canales se atascaban y desbordaban en las crecidas inundando las tierras baldías sobre las que se iba paulatinamente acumulando el lodo. De esta manera se iba elevando su nivel hasta alcanzar en algunos puntos el cauce del rio, lo que daba lugar a la formación de ciénagas. En otras ocasiones en las que el cauce del rio discurría a muy baja altura, lo que podía llegar a provocar incluso la modificación más o menos brusca de su curso, el abandono de las tierras baldías significaba la despreocupación por los efectos de la inundación. Los lagos y marismas llegaron a alcanzar la región de Nippur a comienzos de la época islámica. En tales condiciones la agricultura retrocedía y el principal sustento era proporcionado por la pesca. Las densidades de población eran muy bajas y las condiciones de calor y humedad sofocantes favorecían la proliferación de enfermedades.